lunes, 10 de septiembre de 2012

Nada.

Hace frío y ni con eso mi piel se pone de gallina. Ese chute de adrenalina que me hacía temblar sólo me entraba al hacer contacto tu piel con la mía, y para qué hablar de eso que dicen sentir al fumar maría, para qué, si ellos no saben lo que he sentido yo al ver tu cara por las mañanas y al escucharte reír en mi espalda. Para qué pegarse con la pared si cada vez que recuerdo el día en que te fuiste siento pinchazos, dolor y siento que, aquel día,  mi vida cambió. Que no me vale de nada pillarme una borrachera una noche ni estar todo el día ausente, si es que tengo alucinaciones al cerrar los ojos con tus labios y los fantasmas de tus pasos ocupan mi cabeza y cada esquina de mi habitación. No he sabido decirte adiós y dudo que sepa hacerlo.
Me ahogo en un vaso vacío y tengo insomnio porque es darme la vuelta en la cama y tener miedo, agarrar el edredón y estar helada, esconderme debajo de la almohada y ahogarme y es encender la luz y morir. Me muero cada vez que recuerdo tus manos en mi pierna y sigo sin creerme que tu sonrisa era la mía cuando tenía dudas y debo decir, que ni mil jerseys se comparan con tus abrazos.

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