viernes, 6 de julio de 2012

Trescientos sesenta y cinco.

Y ya hace un año que conoces a personas que cambian tu vida. Un año que ha pasado desde que encontraste a gente que se parecía a ti, con la que compartir cosas. Lo bueno siempre tiene que terminar para que puedan comenzar cosas mejores pero los finales no me gustan ni me gustarán. Hay gente a la que llevas sin ver desde el día en el que acabó todo pero que sigues echando igual de menos que cuando te ibas a la cama al día siguiente y que te sigue importando aún más después de todo. Esa gente que te abrazaba si lo necesitabas y cuando llorabas te hacía reír. Que te ayudaba a hacer los trajes de los juegos y que sigue inventándose cosas con la palabra kiwi. Es gente especial y que tiene y tendrá siempre un hueco en tu corazón. Es gente que vive a setenta kilómetros de ti y que si algún día la ves, llorarás como el último día y que no querrás soltarla cuando llegue la despedida. Hay personas que se quedan cerca de ti y con la que rompes cristales el primer día y que de la noche a la mañana se convierte en ese algo imprescindible que vale por todos.

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